Hace más de una década atrás, escribí el texto que acompañaba la propuesta de la artista visual Milagro Torreblanca: Una Obra Un Artista. Muchos años han pasado desde entonces y el espacio -hasta hace unos años ubicado en la esquina de Lafinur 3248- ha crecido exponencialmente en el circuito del arte local. Trasladado al barrio porteño de el Abasto, tomando la ochava de Sánchez de Bustamante 599, este portal singular, único y con una disposición de vanguardia donde se invita al espectador a ser testigo de una muestra de arte que durante algunas semanas sostiene una propuesta única, con una sola obra pensada para ese espacio y desarrollada por un solo artista, en un cubo blanco con una cuarta pared transparente cuasi teatral, que ubica al transeúnte en un lugar seguro, privilegiado, desde donde puede acceder a la obra en su modo “al paso”, siendo muchas veces sorprendido de manera casual, invadido por el repertorio artístico que lo sumerge en una experiencia donde se produce un mano a mano único, espontáneo, entre ambos: espacio y espectador.

Cabe destacar un dato no menor: Una Obra Un Artista no es producto de un discurso post pandemia del 2020 -donde las costumbres universales cambiaron radicalmente, naturalizando conductas de distanciamiento- sino que nace como idea en 1987 cuando Milagro asistía ya a la escuela de arte Prilidiano Pueyrredón. La propuesta inicial, germinal, se sostiene: difundir el hacer de los artistas visuales contemporáneos, tanto consagrados como emergentes, provenientes de las más diversas disciplinas: pintura, arte digital, escultura, dibujo, grabado, arte textil, fotografía e instalaciones de carácter sitio específico, siendo esta última la modalidad de montaje cuasi exclusiva elegida por los artistas en los últimos años.

Sostengo aquello que escribía por 2012: Una obra un artista nos invita a sacar la obra a la vereda insertándola en lo cotidiano, nos invita a relacionarnos con el arte sin presiones, todo fluye porque el arte se nos presenta en nuestro entorno inmediato pero sin violencia sino todo lo contrario: nos convoca, nos atrae a ese espacio iluminado para ver “qué está pasando allí”. La obra queda entonces expuesta a la vista de todos las 24hs. No hay cortinados, nada se abre ni se cierra, no hay luces apagadas sino todo lo contrario: cuando el sol se esconde, las luces del espacio se despliegan y nos regalan un punto de atención constante en medio de la noche profunda. Siempre viva, la obra sigue despierta para quien quiera disfrutarla y dialogar con ella. Y para los que amamos el arte –y creemos que vivir rodeado de obras que nos hagan felices, nos cuestionen o movilicen nuestras pasiones, es una herramienta para mejorar nuestra calidad de vida- encontrar espacios innovadores como el que propone Milagro Torreblanca, alienta a seguir trabajando y a seguir creando para acercar cada vez más el arte a la gente y darle a los artistas nuevas vías de difusión de sus obras”.

 

Lic. María Carolina Baulo, Marzo 2022.